La historia ha sido testigo de múltiples manifestaciones que exploran, retan y, en ocasiones, subvierten los paradigmas existentes en cuanto a la consideración de arte. En este recorrido se asiste a un eterno debate que perfila y diluye simultáneamente las fronteras entre lo que se acepta socialmente como arte y lo que no.

En la década de 1910, Marcel Duchamp introdujo el concepto de ready made, eligiendo objetos cotidianos que contextualizaba en espacios de arte tradicionales. A través del acto provocador de elevar un urinario a la categoría de obra de arte y exhibirlo en exposición de la Sociedad de Artistas Independientes de Estados Unidos, Duchamp no solo desafió las normas de la estética tradicional, sino que también puso en tela de juicio el papel del artista en la creación. ¿Algo se puede considerar arte únicamente por el hecho de que un artista -o la crítica- lo declara como tal y lo muestra en un entorno culturalmente aceptado? En este sentido, Duchamp afirmaba que el arte puede emanar de la elección y el contexto, más allá de la creación manual (Tomkins, Calvin. Duchamp: A Biography. Henry Holt and Co., 1996).

Décadas después, el enigmático artista británico conocido como Bansky ha erosionado las fronteras del arte a través de obras efímeras, a menudo con una fuerte carga política y social, expuestas sorpresivamente en espacios públicos. A pesar de no estar emplazadas en los entornos tradicionales de los museos o las galerías, sus obras han sido subastadas por sumas impresionantes, cuestionando las nociones preexistentes acerca de la legitimidad y el valor del arte urbano. Las subastas de Bansky, como la icónica ”autodestrucción” de Girl with Balloon en Sotheby’s (2021), desencadenan interrogantes sobre la temporalidad y el valor de las piezas de arte, así como la provocación inherente al acto de creación artística (Lewisohn, Cedar. Street Art: The Graffiti Revolution. Tate Publishing, 2008).

Imagen realizada con Midjourney por Eva Astorga.

El arte digital, entrelazado en el tejido cambiante de la tecnología, también ha navegado por aguas turbulentas en cuanto a su aceptación en los dominios tradicionales del arte. El píxel, en sustitución del pincel, se convierte en el vehículo de expresión; la pantalla del smartphone o las gafas de realidad extendida se reivindican como nuevos soportes y espacios de exhibición. Desde al menos finales del siglo XX, artistas digitales como Rafael Rozendaal han explorado ciberespacios y creado obras que viven y respiran en el entorno digital, exigiendo una vez más una reflexión sobre los espacios y medios legitimados para el arte (Greene, Rachel. “Internet Art”. Thames & Hudson, 2004).

En la actualidad, el criptoarte y los NFT (Tokens No Fungibles) se han alzado como una innovación en la creación, comercialización y propiedad del arte digital. El arte tokenizado, criptográficamente autenticado y legitimizado por blockchain, está generando una nueva conversación en torno a la percepción del valor y la originalidad del arte digital. A partir del hito de la venta de piezas de criptoarte por millones de dólares por parte de artistas como Beeple, el coleccionismo de NFT se encuentra en la actualidad en el estallido de la burbuja generada. En parte de los sectores tradicionales se constata la resistencia y el escepticismo acerca de si los NFT pueden ser considerados arte en un sentido clásico, lo que obliga a revisitar y posiblemente redefinir las actuales nociones de propiedad, valor y materialidad en el arte (Quaranta, Domenico. Beyond the Glitch: Aesthetic and Political Strategies of Resistance in Contemporary Art and Media. Link Editions, 2021).

La evolución del arte a través del tiempo ha sido guiada, y en ocasiones confundida, por diversas intervenciones y reinterpretaciones que cuestionan la esencia de lo que se considera arte y creatividad. La mecánica de esta transformación, que ha traspasado de lo tangible a lo digital, llegando incluso a lo descentralizado, invita a un replanteamiento filosófico en el que las reflexiones de Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1935) parecen más actuales que nunca. Las manifestaciones de arte digital, inherentemente reproducibles y descentralizadas, se convierten en NFT autenticadas y “originalizadas”, creando un paradójico fenómeno en el que lo infinitamente reproducible es también singularmente autentificado. Así, la reproducción y la originalidad coexisten en un espacio digitalmente fragmentado que convoca a una reevaluación de nuestras comprensiones del valor, la propiedad y “el aura” del arte en la era digital.

Referencias:

  • Tomkins, Calvin. Duchamp: A Biography. Henry Holt and Co., 1996.
  • Lewisohn, Cedar. Street Art: The Graffiti Revolution. Tate Publishing, 2008.
  • Greene, Rachel. Internet Art. Thames & Hudson, 2004.
  • Quaranta, Domenico. Beyond the Glitch: Aesthetic and Political Strategies of Resistance in Contemporary Art and Media. Link Editions, 2021.
  • Benjamin, Walter. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. 1935.