Entrada complementaria del capítulo “Las claves de una vanguardia nostálgica” del libro La vanguardia prerrafaelista. Levantando el velo.
Dr. Carlos A. Cuéllar Alejandro
Universidad de Valencia
En 1816 el francés Nicéphore Niepce hizo la primera fotografía de la que se tiene constancia documentada. Él inventó el arte y la ciencia de fijar mediante procedimientos químicos sobre una superficie fotosensible la imagen obtenida en el interior de una cámara obscura. Desarrollado posteriormente por pioneros como Daguerre y Fox Talbot, este invento consiguió en poco tiempo revolucionar la Historia de la iconosfera, configurándose como técnica precursora del cine y constituyendo una aportación cultural de la que la sociedad de hoy no sabría prescindir.

Aunque el impacto inicial del nuevo medio se basó en su extraordinaria capacidad por reproducir fielmente la realidad, pronto hubo fotógrafos que desafiaron el mecanicismo de la tecnología fotográfica y se esforzaron por otorgarle un valor artístico. Una de las vías elegidas para conseguirlo fue tomar la tradición pictórica como referente visual. La fotografía pictorialista fue una moda dominante a finales del siglo XIX que desafiaba el valor objetivo y fedatario del nuevo invento. Entre los grandes artistas de esta corriente, destacó la británica Julia Margaret Cameron (1815-1879). Esta ama de casa y madre de familia nacida en la India, pero educada en París e Inglaterra, se inició en la fotografía de forma tardía, con 48 años de edad, cuando su hija y su yerno le regalaron una cámara, allá por 1863. De mera aficionada se convirtió pronto en artista reconocida aunque también criticada por las supuestas imperfecciones técnicas de unas fotografías que jugaban de forma negligente con el enfoque y con el maltrato de las placas. Cameron parecía ignorar o despreciar las convenciones de la disciplina, negándose a retocar sus fotos, a diferencia de lo que era común entre sus compañeros de oficio.

Su evidente descuido técnico, sin embargo, no empañó la maestría en la elección e iluminación de sus modelos, así como en la composición de la imagen. La estética y buena parte de la temática cultivada por esta mujer fueron deudoras del prerrafaelismo vigente. Su inclusión dentro del Prerrafaelismo está justificado por la admiración declarada de Julia Margaret Cameron hacia el poeta laureado Lord Alfred Tennyson; su amistad personal con él, con John Ruskin, Dante Gabriel Rossetti y con el matrimonio Burne-Jones; el cultivo del Ciclo Artúrico en muchas de sus obras; y la elección de modelos afines al canon de belleza de la tipología femenina prerrafaelista.

Una de sus especialidades de esta fotógrafa fue el retrato infantil, practicada igualmente por el matemático, escritor y fotógrafo Lewis Carroll. Con estética prerrafaelista o sin ella, los retratos sacados por Cameron destacaron siempre por revelar la verdad psicológica de la persona retratada gracias al manejo de la luz.

Es Doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Valencia, institución para la que trabaja como docente en el Departamento de Historia del Arte, donde imparte asignaturas de Historia del Cine y otros Medios Audiovisuales, así como la asignatura de Máster “Tecnología y estrategias de representación en el Cine Fantástico”. Colabora desde hace dos años en los ciclos de Cine organizados por el Museo San Pío V en Valencia. Su procelosa vida le ha llevado a caer en el vicio de especializarse en los campos del Prerrafaelismo, del Cine y del Ocultismo, tres de sus pasiones. La primera generó en su día el libro El Prerrafaelismo y su relación con la creación contemporánea (Institució Alfons El Magnànim, 2006; las otras dos han derivado en sus últimas publicaciones para la editorial Shangrila: La novia del Diablo (2019), Queer Horror. La deconstrucción del género y la sexualidad en el cine fantástico (2020) y La bruja. Una figura fascinante. Análisis de sus representaciones en la historia y el arte contemporáneos (2022), como coordinador en colaboración de Montserrat Hormigos. Es autor, también, de textos de ficción narrativa como Cuentos para la hora del té (Shangrila, 2021).